miércoles, 7 de diciembre de 2016

Las Nueve Noches



La noche me sabe a nostalgia, y es la nostalgia más profunda que puedo percibir, aun cuando ya no pude intuir entre los miles de falcarías que destruyen las infancias de los nenes de ahora

Llego la hora de decir adiós al tintero y el papel de nuestros recuerdos

Aquellos bellos momentos en los que suspirábamos sinceros

Sigamos con la vida que construimos en paralelo

Dejemos de ver nuestros viejos letreros que quedaron en el dintel de la puerta

Alejémonos de esa puesta de sol que frecuentamos en los días frescos  

Recordemos los estribillos dulces, las respuestas complejas y como es que la gente de la calle quedaba perpleja de aquella mirada ajena a la que tienen la costumbre, con cierta incertidumbre ofrecimos al público actuaciones lúgubres 

Y es que te extraño, agridulce alma vaga que divaga alrededor de una magra escenografía, que de versos era mi templo y de tu voz lo construías.

Ahora yo escribo estas líneas bajo la candorosa luz de una vela, bajo el renombre de tu esencia sobre mi tinta verdadera, letras como enredaderas que nunca lograste descifrar, ahora voy a gritar que viviste con lealtad

Y sólo logro escuchar el eco de mis voces internas como llamaradas que me absorbe la poca claridad que mi psique acicala, dispara con amargas frases sin nombre y déjalas en la cama.

Soy… Soy un soldado sin guerra, un amorío sin tregua, el escritor que se ha quedado sin ideas en la novena vereda del vacío que hay en la memoria de Bruselas.

Despierta este poeta que ha terminado sin su absenta, desciende a la banqueta a leerme otra maqueta y así revienta la tinta en la facetas de miles de estribillos en libretas.

He pensado que la vida es un lapso aromático-cromático y sensorial, de entre la muerte y mi muerte hay un paso distal. Disfrutamos cada segundo de una orquídea anacrónica como un dulce proceso que destruye a la lógica y de nuevo vuelvo a volar.




jueves, 7 de julio de 2016

Relato breve

Los gatos de Ulthar 
H.P. Lovecraft

El siguiente relato posibilita la imaginación dentro de una atmosfera lluviosa o nublada, entre el ocaso y la suave cobija de la obscuridad que da paso a las estrellas destellantes mediante lúgubres formas de aspecto luminoso. La luna, como un espectador más, será nuestra acompañante durante la siguiente narración en primera persona que os ha regalado el maestro del relato cósmico y de horror H.P. Lovecraft. Sin más preámbulos, disfruten de la obra.  


Se dice que en Ulthar, que se encuentra más allá del río Skai, ningún hombre puede matar a un gato; y ciertamente lo puedo creer mientras contemplo a aquel que descansa ronroneando frente al fuego. Porque el gato es críptico, y cercano a aquellas cosas extrañas que el hombre no puede ver. Es el alma del antiguo Egipto, y el portador de historias de ciudades olvidadas en Meroe y Ophir. Es pariente de los señores de la selva, y heredero de los secretos de la remota y siniestra África. La Esfinge es su prima, y él habla su idioma; pero es más antiguo que la Esfinge y recuerda aquello que ella ha olvidado.

En Ulthar, antes de que los ciudadanos prohibieran la matanza de los gatos, vivía un viejo campesino y su esposa, quienes se deleitaban en atrapar y asesinar a los gatos de los vecinos. Por qué lo hacían, no lo sé; excepto que muchos odian la voz del gato en la noche, y les parece mal que los gatos corran furtivamente por patios y jardines al atardecer. Pero cualquiera fuera la razón, este viejo y su mujer se deleitaban atrapando y matando a cada gato que se acercara a su cabaña; y, a partir de los ruidos que se escuchaban después de anochecer, varios lugareños imaginaban que la manera de asesinarlos era extremadamente peculiar. Pero los aldeanos no discutían estas cosas con el viejo y su mujer; debido a la expresión habitual de sus marchitos rostros, y porque su cabaña era tan pequeña y estaba tan oscuramente escondida bajo unos desparramados robles en un descuidado patio trasero. La verdad era, que por más que los dueños de los gatos odiaran a estas extrañas personas, les temían más; y, en vez de confrontarlos como asesinos brutales, solamente tenían cuidado de que ninguna mascota o ratonero apreciado, fuera a desviarse hacia la remota cabaña, bajo los oscuros árboles. Cuando por algún inevitable descuido algún gato era perdido de vista, y se escuchaban ruidos después del anochecer, el perdedor se lamentaría impotente; o se consolaría agradeciendo al Destino que no era uno de sus hijos el que de esa manera había desaparecido. Pues la gente de Ulthar era simple, y no sabía de dónde vinieron todos los gatos.

Un día, una caravana de extraños peregrinos procedentes del Sur entró a las estrechas y empedradas calles de Ulthar. Oscuros eran aquellos peregrinos, y diferentes a los otros vagabundos que pasaban por la ciudad dos veces al año. En el mercado vieron la fortuna a cambio de plata, y compraron alegres cuentas a los mercaderes. Cuál era la tierra de estos peregrinos, nadie podía decirlo; pero se les vio entregados a extrañas oraciones, y que habían pintado en los costados de sus carros extrañas figuras, de cuerpos humanos con cabezas de gatos, águilas, carneros y leones. Y el líder de la caravana llevaba un tocado con dos cuernos, y un curioso disco entre los cuernos.

En esta singular caravana había un niño pequeño sin padre ni madre, sino con sólo un gatito negro a quien cuidar. La plaga no había sido generosa con él, mas le había dejado esta pequeña y peluda cosa para mitigar su dolor; y cuando uno es muy joven, uno puede encontrar un gran alivio en las vivaces travesuras de un gatito negro. De esta forma, el niño, al que la gente oscura llamaba Menes, sonreía más frecuentemente de lo que lloraba mientras se sentaba jugando con su gracioso gatito en los escalones de un carro pintado de manera extraña.

Durante la tercera mañana de estadía de los peregrinos en Ulthar, Menes no pudo encontrar a su gatito; y mientras sollozaba en voz alta en el mercado, ciertos aldeanos le contaron del viejo y su mujer, y de los ruidos escuchados por la noche. Y al escuchar esto, sus sollozos dieron paso a la reflexión, y finalmente a la oración. Estiró sus brazos hacia el sol y rezó en un idioma que ningún aldeano pudo entender; aunque no se esforzaron mucho en hacerlo, pues su atención fue absorbida por el cielo y por las formas extrañas que las nubes estaban asumiendo. Esto era muy peculiar, pues mientras el pequeño niño pronunciaba su petición, parecían formarse arriba las figuras sombrías y nebulosas de cosas exóticas; de criaturas híbridas coronadas con discos de costados astados. La naturaleza está llena de ilusiones como esa para impresionar al imaginativo.

Aquella noche los errantes dejaron Ulthar, y no fueron vistos nunca más. Y los dueños de casa se preocuparon al darse cuenta de que en toda la villa no había ningún gato. De cada hogar el gato familiar había desaparecido; los gatos pequeños y los grandes, negros, grises, rayados, amarillos y blancos. Kranon el Anciano, el burgomaestre, juró que la gente siniestra se había llevado a los gatos como venganza por la muerte del gatito de Menes, y maldijo a la caravana y al pequeño niño. Pero Nith, el enjuto notario, declaró que el viejo campesino y su esposa eran probablemente los más sospechosos; pues su odio por los gatos era notorio y, con creces, descarado. Pese a esto, nadie osó quejarse ante la dupla siniestra, a pesar de que Atal, el hijo del posadero, juró que había visto a todos los gatos de Ulthar al atardecer en aquel patio maldito bajo los árboles. Caminaban en círculos lenta y solemnemente alrededor de la cabaña, dos en una línea, como realizando algún rito de las bestias, del que nada se ha oído. Los aldeanos no supieron cuánto creer de un niño tan pequeño; y aunque temían que el malvado par había hechizado a los gatos hacia su muerte, preferían no confrontar al viejo campesino hasta encontrárselo afuera de su oscuro y repelente patio.

De este modo Ulthar se durmió en un infructuoso enfado; y cuando la gente despertó al amanecer ¡he aquí que cada gato estaba de vuelta en su acostumbrado fogón! Grandes y pequeños, negros, grises, rayados, amarillos y blancos, ninguno faltaba. Aparecieron muy brillantes y gordos, y sonoros con ronroneante satisfacción. Los ciudadanos comentaban unos con otros sobre el suceso, y se maravillaban no poco. Kranon el Anciano nuevamente insistió en que era la gente siniestra quien se los había llevado, puesto que los gatos no volvían con vida de la cabaña del viejo y su mujer. Pero todos estuvieron de acuerdo en una cosa: que la negativa de todos los gatos a comer sus porciones de carne o a beber de sus platillos de leche era extremadamente curiosa. Y durante dos días enteros los gatos de Ulthar, brillantes y lánguidos, no tocaron su comida, sino que solamente dormitaron ante el fuego o bajo el sol.

Pasó una semana entera antes de que los aldeanos notaran que, en la cabaña bajo los árboles, no se prendían luces al atardecer. Luego, el enjuto Nith recalcó que nadie había visto al viejo y a su mujer desde la noche en que los gatos estuvieron fuera. La semana siguiente, el burgomaestre decidió vencer sus miedos y llamar a la silenciosa morada, como un asunto del deber, aunque fue cuidadoso de llevar consigo, como testigos, a Shang, el herrero, y a Thul, el cortador de piedras. Y cuando hubieron echado abajo la frágil puerta sólo encontraron lo siguiente: dos esqueletos humanos limpiamente descarnados sobre el suelo de tierra, y una variedad de singulares insectos arrastrándose por las esquinas sombrías.

Posteriormente hubo mucho que comentar entre los ciudadanos de Ulthar. Zath, el forense, discutió largamente con Nith, el enjuto notario; y Kranon y Shang y Thul fueron abrumados con preguntas. Incluso el pequeño Atal, el hijo del posadero, fue detenidamente interrogado y, como recompensa, le dieron una fruta confitada. Hablaron del viejo campesino y su esposa, de la caravana de siniestros peregrinos, del pequeño Menes y de su gatito negro, de la oración de Menes y del cielo durante aquella plegaria, de los actos de los gatos la noche en que se fue la caravana, o de lo que luego se encontró en la cabaña bajo los árboles, en aquel repugnante patio.

Y, finalmente, los ciudadanos aprobaron aquella extraordinaria ley, la que es referida por los mercaderes en Hatheg y discutida por los viajeros en Nir, a saber, que en Ulthar ningún hombre puede matar a un gato.


 Buenas noches...

viernes, 17 de junio de 2016

La necedad de lo innecesario

En uno de aquellos momentos de reflexión camionera, de aquellas veces en que viajas en el transporte suburbano contemplando la ciudad desde la ventana, pude dar cuenta de la facilidad con que se puede irritar la conjetura de las masas, su composición es tan frágil y moldeable que cualquier individuo(os) con un poco de iniciativa y el tacto suficiente puede lograr manipular a un conglomerado de seres pensantes.  

A comparación de lo que nos dictan las ciencias sociales, las masas son grupos de individuos que comparten ciertos acepciones sociales como grupo; No obstante también hay sus discordancias, es decir, los grupos de personas en multitud. Llamalos masas o como quieras pero dentro de un camión o transporte público, siendo trasladados con la intención de llegar a un lugar determinado, son otra cosa. Y si hacen uso de ese medio es por la falta de recursos para tomar un taxi o tener un vehículo propio, por lo tanto comparten dicho medio de transporte que los conlleva a dar a conocer sus más bajos instintos.

La forma en como el tumulto de personas convive en esos pequeños o grandes momentos, hablando del tiempo de traslado, es en donde se puede sutilmente contemplar de qué nos componemos como sociedad. La empatía, los gestos caritativos con los comerciantes ambulantes o quienes solicitan una caridad, los malos gestos de otras más y quienes profesan una ideología sacada del closet.

Con ideología sacada del closet quiero dar a entender que son simpatizantes de ideas que han descubierto por redes sociales (internet), el periódico, las noticias, los programas matutinos de la televisión y el radio, entre otros. Pero estas ideas no son expuestas hasta ese momento, por ejemplo; Una señorita no le sede el lugar principal a un señor de edad adulta con bolsas de mandado y un bebe en brazos. Un señor con ceguera tampoco tiene el “privilegio” de tener un lugar en el autobús en la parte delantera porque está siendo ocupada por mujeres. Una mujer joven crítica a un sujeto por mirarla de frente haciendo alusión al acoso.




Estas narrativas anterior escritas, son dignas de un melodrama televisivo o de un relato de reflexión al muy estilo "Facebookero" (como ya es la costumbre), pero está el otro lado de la moneda también. ¿Es necesario criticar todas esas muestras de cultura marchita que se vive cotidianamente en las calles? ¿Es necesario buscar toda una gama de faltas de moral y ética aplicada en las calles? ¿La vida de las personas que critican es tan perfecta? ¿Esto vendrá en el examen? ¿Existen privilegios realmente en ciertos sectores de la sociedad?





Tal vez no es necesario responder a tanta duda, pero sí son cosas que teniendo un gramo de curiosidad, podrás preguntarte la próxima vez que subas al trasporte urbano y hagas presencia de un evento similar al contado en este breve relato. Mientras tanto sigamos leyendo maravillas como… ¡Viva la tolerancia! y si no eres simpatizante eres un pinche xenófobo, feminazi, chairo, racista, machista, malinchista y todo lo que acabe en “ista”.
¡Alto a la violencia! O de lo contrario eres un maldito violento, opresor, represor de la paz.
¿ERES FEMINISTA O UN MALDITO CERDO REPRESOR A MERCED DEL PATRIARCADO?


Aquí no hay espacio para los males entendidos, los contextos y la lógica.












martes, 14 de junio de 2016

La ilusión de lo absurdo, lo incomodo de lo obvio

Las redes sociales como formas de expresión son un arma de doble filo, son aquel cuchillo de manufactura barata con el que las niñas jugaban a hacerla “comidita” en los 90’s, aunque inofensivos juguetes parecían, lograban llegar a dañar la piel por su uso debido a las rebabas de plástico.  

Paseando por los pasillos saturados de las redes sociales, me llegué a encontrar publicaciones de todo tipo; humor negro, ácido, de todo tipo de sabores y colores, críticas, opiniones, sátira, noticieros formales e informales conviviendo sin gloria ni pena. El tumulto de las expresiones en masas tan vehementes y vigorosas, los viejos estadios de quejas sin sustento, las desgastadas palabras de enojo y cólera siendo utilizadas sin conciencia. Poco a poco mediante la lectura de chistes gastados llamados memes y noticias internacionales, mostraba mi interés o desapego mediante un click; Sin embargo no pude dejar pasar una de aquellas entradas que se encontraba en una página de humor negro.

Aquella entrada como muchas otras del mismo tipo de contenido, presentaba una imagen que mostraba de forma pintoresca el dibujo estereotipado de un mujer con ideas feministas contemporáneas, en el que dicho personaje se enfadaba por la publicidad sexista de un comercial que mostraba a una chica en bikini, y por otra parte el mismo personaje se mostraba maravillado ante fotografías de marchas públicas en toples de mujeres feministas.


Los comentarios no se hacían esperar, número a número aumentaban sin hacer justicia a lo antes mencionado, que era sólo humor. Los numerosos comentarios escritos desde una perspectiva moral hacían alusión al rechazo por la libre expresión de ideas, del dialogo, de la no homogenización de los partidarios de dichas ideas, de la eliminación de la violencia simbólica que representaban esas imágenes y que por ello fueran suprimidas; No obstante por la forma en como este cumulo de indignación se hacía expresa, eran de la misma y vivaz forma ejemplificada de la supresión de libertad por el que ellos peleaban. De un momento a otro se convirtieron de victimas transformados en militantes guerreros de sofá que luchaban por la libertad de expresión a una metamorfosis de autoritarismo ante las libertades bien aceptadas por sus seguidores.




¡Alto a la violencia! “Proclamó el guerrero de forma violenta ante una multitud de sus ecuánimes seguidores”. Una oleada de personas animalistas de forma brutal criticaban a un sujeto que subió una imagen de un armadillo disecado puesto en venta sobre una página de compra y venta de antigüedades por Facebook, esto es por supuesto sin saber que es un regalo de generaciones casi ancestrales, en donde esos objetos eran apreciados por sus significados místicos, pero el hombre por causa de una etapa de crisis económica decidió vender tan atesorado recuerdo.

Una chaqueta de marca europea es magnificada por su diseño y el bajo precio por el que lo rematan, sin tomar en cuenta el material que lo conforma (piel y cuero), los compradores ansían saber el coste final. Una imagen es repudiada mediante comentarios que hacen justicia a las ideas LGBTTTI, generando propaganda al respeto y tolerancia, una imagen posterior casi las mismas personas hacen comentarios ofensivos utilizando los peyorativos “Joto, puto, marica, la concha de tu madre”.

Recordar que lo lógico es la crítica hacia algo a lo que las mass media presentan como realidad trágica, lo trágico es que todo lo que veas lo tomes como real. Como era antes del Siglo XV, el pueblo (masa) sin conocer el contexto llega a atrincherar miles de brujas (supuestos) al día, pues la iglesia (internet) se encarga de exponerlas.